A un lado prende el fuego, el provocador por naturaleza,
representado en su dimensión luminosa tanto
como calórica, de una manera lúdica en el primer número de circo y a través de los juegos de la representación
que llevan de la sombra proyectada naturalmente a la chinesca y el cine; y luego en su aspecto destructor, respectivamente. Y por el otro lado discurre el
agua, que se define por su dinamismo y por la fluida indocibilidad que
demuestra.
<Llámame, Escríbeme, Enséñame otra vez a creer
Espérame o Aniquílame... Haz conmigo lo que quieras pero ayúdame a ver>
Pero el fuego y el agua, que se unen aquí poéticamente superponiendo sus imágenes,
¿no son realmente fuerzas creativas que interactúan entre sí incesantemente,
igual que la tierra y el aire y todos los elementos que las forman?
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