lunes, 2 de mayo de 2022

El silencio inquietante de un grillo

 Un día, tal vez, me tomaré mi tiempo en contar una pequeña historia de suspense, misterio y terror humorístico que viví junto a un grillo cauteloso, aunque inquieto, junto al que dormí sin saberlo. De momento sólo voy a anotar lo esencial de esta historia que no sé por qué acabo de recordar, para que no vuelva a olvidárseme. Es fácil de olvidar precisamente porque tiene un punto gracioso sin ninguna trascendencia:
 

 1) Dormimos juntos en la misma jaula, tal vez en la misma cama, una noche agradable y fresca de verano de esas en las que el multitudinario canto de los pares de su especie, afuera, se confundía con el rumor cercano de la brisa en la hojas de las palmeras y el ir y venir de las olas en la orilla de la playa. Los extraños ruiditos insidiosos que producía, supongo ahora que al moverse intentando escapar de allí sin delatarse, impidieron que me concentrara en mi lectura y que durmiera plácidamente. Imagina las fantasías y la sensación de amenaza que es capaz de inducir el rumor casi imperceptible de una especie de claquet discontinuo pero persistente como el de una bolsa de plástico que cruje cerca de tu cabeza mientras se despliega lentamente, sin parar, como un insecto.  

 2) No conocí al autor enigmático hasta la siguiente mañana cuando, al poner mis pies desnudos en el suelo, lo descubrí bordeandome el izquierdo, mientras salía desde debajo de la cabecera de mi cama en dirección, como yo, hacia la puerta. Apenas había pegado ojo la noche anterior por su culpa; y cuando lo conseguí, tuve una horrible pesadilla que es en sí misma otro cuento. Pero ahora que lo veía, ahora que veía en sus nítidas y justas proporciones en qué consistía el peligro, y mientras observaba cómo el inocente redireccionaba sus finísimas antenas fingiendo que no me había visto, sonreí aliviado. No lo fulminé de un zapatillazo, aunque el resplandor de la idea me iluminó fugazmente, porque me caen bien los grillos y, en cualquier caso de pronto, en esa ocasión única, en especial este tan receloso. Sí que me había visto pero ahora miraba para otro lado también, por qué no, y lo que es fingir, realmente no era compatible con los intereses actuales de su singular existencia.
Después de todo era sólo un músico solitario o una de sus fans que se había extraviado y que, paralizado/a por el miedo, lleno/a de prudencia, no se atrevía a pensar en alto en su libertad, menos aún cantarla, mientras estaba conmigo, imagino, en esos instantes tenebrosos para él/ella se contenía a su modo y se conformaba con esperar, con soñar una mejor oportunidad más adelante...

3)Los grillos me caen bien no sólo porque hacen una música que forma parte de la mejor banda sonora de mi vida, desde que tengo memoria y la admiro. Es obvio que no la componen para mí sino para sus musas, a cuyo cortejo se dedican ejemplarmente. Pero en cualquier caso la disfruto igual, soy también su eterno beneficiario.

4) Le ayudé a escapar, en efecto, después de lo cual terminé de leer el libro interrumpido por su curiosa visita: el Pinochio de Winshluss editado por Smart Monkey para el que le interese saberlo, un cómic sobre Pinocho inesperadamente expresionista en el que el famoso Pepito es una cucaracha, Pinocho un robot y Gepeto, ay, Gepeto un fabricante de armas.