jueves, 30 de agosto de 2018

Archivos MUY PERSONALES, 1





                                            


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lunes, 6 de agosto de 2018

Yellow Bus-Dragon


Cansado de sentirme solo entre la  multitud en fiestas de la gran ciudad, decido ir a darme una vuelta por las afueras de la misma. Y ya me hallo pedaleando por una carretera de esas cinematográficas que atraviesan grandes extensiones desérticas de Norteamérica, lo cual me hace sentirme muy bien. Pero entonces llego a una cuesta con una inclinación de unos 50 grados en la que tengo que concentrarme al 100 % para no perder el equilibrio: a medida que aumenta la pendiente y por tanto la velocidad pienso que debo aprovecharla, no frenarpara poder subir con la inercia, sin esfuerzo, el otro  lado de la cuesta… Sin embargo el firme de la carretera es irregular y sé que un bache o un relieve mal cogido me puede lanzar por los aires…

Además, cuando la velocidad que he alcanzado es tal que frenar, aunque sea un poco y progresivamente, resulta muy peligroso, contraproducente, aparece un autobús amarillo en sentido contrario que rápidamente pasa de ser un punto sin extensión en la distancia a ocupar todo el ancho de la calzada.


Así que me concentro en desviarme muy lentamente de mi trayectoria esos centímetros decisivos hacia el borde de la carretera, a fin de evitarlo. El autobús pasa de largo a mi lado sin complicaciones, no era tan grande como creía, o bien ha recuperado sus proporciones habituales al acercarse. Y así supero este peligro y caigo sin remedio en el siguiente: un agujero X  que surge como de la nada justo detrás de él  y me conduce a un foso como un callejón sin salida hecho de paredes de caña altísimas que me hace pensar en una sala de espera para gladiadores y otros reos de muerte En lo más alto de ese agujero  aparece de vez en cuando la cabeza de un dragón, y la gente que comparte mi mala suerte allí llora, grita, se tira al suelo a mi alrededor desconsoladamente, está demasiado desesperada para reparar en mi presencia y responder  preguntas. ¿Se han cruzado también en su camino con el extraño autobús amarillo?, ¿qué hacemos allí?, ¿cómo podemos salir? ... –Cuando la cabeza del dragón baja para llevarse a algunos de nosotros entre sus fauces veo que el agujero tiene las dimensiones ajustadas a esa cabeza y que no se trata de un dragón auténtico, sino de un ingenio mecánico accionado por medio de algún control remoto. Observo además que por encima del agujero, incluso de dentro de la cabeza del monstruo mecánico, surgen de vez en cuando ráfagas de voces de gente, claro que estas son muy diferentes a las producidas por los de aquí abajo.
  Son voces divertidas, conversaciones alocadas entre alegres risas estridentes  que se entremezclan con ruidos de brindis, chin-chin y pisadas danzarinas que me recuerdan el ambiente festivo del que huía al principio del sueño:  ahí arriba, sea quien sea, pienso, se lo está pasando en grande y a nuestra costa... Parece que no hay ventanas, puertas, rincones o huecos, asideros en las paredes ni ninguna posible escapatoria dentro del lugar donde nos encontramos: el final del agujero donde nos apiñamos es sólo una explanada desnuda donde se sacia fácilmente el hambre de esa boca monstruosa.  Y cunde naturalmente entre nuestras filas el pánico ante el temido final, lo que conduce a que unos utilicen a otros como pantallas o escudos, en un triste intento vano de evitarlo, de postergar la agonía un poco más…  Yo paso de extremismos sin embargo: pienso que  si no hay salida es mejor resignarse y  aprovechar  los últimos instantes pensando;  que  si hay que morir ahí, al menos lo haré a mi estilo, sin tremendismos ni gestos solemnes, mirando de frente al enviado de la muerte…
  Caigo al suelo cuando otros caen sobre mí empujados por un grupo en estampida y así, cuerpo invisible debajo de otros cuerpos, me libro sin pretenderlo de varios ataques.  En algún momento que no visualizo en detalle aprovecho esa situación para agarrarme por fuera a la mandíbula del monstruo, que es como la pala de un tractor, y así salgo del agujero y del sueño.  Y comprendo que ese monstruo terrorífico era también el único medio para salir de allí.