lunes, 31 de diciembre de 2018
jueves, 13 de diciembre de 2018
miércoles, 12 de diciembre de 2018
lunes, 10 de diciembre de 2018
domingo, 9 de diciembre de 2018
viernes, 7 de diciembre de 2018
viernes, 30 de noviembre de 2018
lunes, 26 de noviembre de 2018
domingo, 18 de noviembre de 2018
viernes, 16 de noviembre de 2018
miércoles, 14 de noviembre de 2018
lunes, 12 de noviembre de 2018
miércoles, 7 de noviembre de 2018
Un beso
En un sueño reciente una asistenta social (o tal vez era una enfermera, una secretaria de una multinacional relacionada con la salud, o una playmate fingiendo el papel de alguna de éstas), me decía algo sugerente que no entendía muy bien. Yo, que estaba allí con ella no sé tampoco si en calidad de cliente, o de socio colaborador, de paciente o de doctor..., le pedía que, por favor, hablara más alto. Sin embargo hacía lo contrario, me dirigía entonces la palabra con un tono de voz mucho más bajo, hasta llegar al susurro, lo que me obligaba a acercar más hacia su boca mi oreja expectante.
No tengo idea de qué estaba haciendo yo allí en ese lugar parecido a la recepción de una Sala de Congresos, una sala de espera de un centro geriátrico de lujo, o el hall de un hotel jawiano, con vistas
a la playa... Sé que la muchacha era menuda y tenía encanto, y que al hablarme me miraba fijamente a los ojos con una mezcla de dulzura suplicante y desconcierto, y que yo no atinaba a darle sentido al sonido que producía el movimiento de sus labios...
Finalmente, con un gesto con el dedo índice de la mano derecha como invitándome a una confidencia, ella me colocaba a su altura, junto a ella, y sonriendo de manera divertida, me daba un beso; un largo beso en la mejilla, muy despacio, que me hizo pensar en cierto punto en que una lapa se había adherido a ella. Incluso me ví a mí mismo reflejado en una roca de esas que emergían entre las olas de vez en cuando, frente a mí, en la orilla cercana.
Y entonces lo entendía de repente, no había ninguna duda sobre el significado.
Decía dulcemente, soñadoramente, como cantando, lo mismo que la brisa le decía a las olas que
bajo ella se curvaban, lo mismo que el rumor de la marea le decía a la soleada mañana de ese radiante
día de verano. Me decía: "¡Estoy aquí!, ¡Te quiero!, ¡Permanezcamos juntos!".
Y ahí justo me despertaba.
Levemente, con la intriga de quién sería esa muchacha y de lo que realmente había venido a decirme, y la duda de si de verdad ya me había despertado...
miércoles, 24 de octubre de 2018
lunes, 22 de octubre de 2018
jueves, 18 de octubre de 2018
lunes, 15 de octubre de 2018
miércoles, 10 de octubre de 2018
martes, 9 de octubre de 2018
miércoles, 26 de septiembre de 2018
viernes, 21 de septiembre de 2018
sábado, 15 de septiembre de 2018
jueves, 30 de agosto de 2018
jueves, 16 de agosto de 2018
martes, 14 de agosto de 2018
lunes, 6 de agosto de 2018
Yellow Bus-Dragon
Cansado de sentirme solo entre la multitud en fiestas de la gran ciudad, decido
ir a darme una vuelta por las afueras de la misma. Y ya me hallo pedaleando por
una carretera de esas cinematográficas que atraviesan grandes extensiones
desérticas de Norteamérica, lo cual me hace sentirme muy bien. Pero entonces llego
a una cuesta con una inclinación de unos 50 grados en la que tengo que
concentrarme al 100 % para no perder el equilibrio: a medida que aumenta la
pendiente y por tanto la velocidad pienso que debo aprovecharla, no
frenar, para poder subir con la
inercia, sin esfuerzo, el otro
lado de la cuesta… Sin embargo el firme de la carretera es irregular
y sé que un bache o un relieve mal cogido me puede lanzar por los aires…
Además, cuando la velocidad que he alcanzado es tal que frenar, aunque sea un poco y progresivamente, resulta muy peligroso, contraproducente, aparece un autobús amarillo en sentido contrario que rápidamente pasa de ser un punto sin extensión en la distancia a ocupar todo el ancho de la calzada.
Además, cuando la velocidad que he alcanzado es tal que frenar, aunque sea un poco y progresivamente, resulta muy peligroso, contraproducente, aparece un autobús amarillo en sentido contrario que rápidamente pasa de ser un punto sin extensión en la distancia a ocupar todo el ancho de la calzada.
Así que me concentro en desviarme muy lentamente de mi
trayectoria esos centímetros decisivos hacia el borde de la carretera, a fin de
evitarlo. El autobús pasa de largo a mi lado sin complicaciones, no era tan
grande como creía, o bien ha recuperado sus proporciones habituales al
acercarse. Y así supero este peligro y caigo sin remedio en el siguiente: un agujero X que surge como de la nada justo detrás de él y me conduce a un foso como un callejón sin
salida hecho de paredes de caña altísimas que me hace pensar en una sala de espera para gladiadores y otros
reos de muerte… En lo más alto de
ese agujero aparece de vez en cuando la cabeza de un dragón, y la gente que
comparte mi mala suerte allí llora, grita, se tira al suelo a mi alrededor
desconsoladamente, está demasiado desesperada para reparar en mi presencia y
responder preguntas. ¿Se han cruzado
también en su camino con el extraño
autobús amarillo?, ¿qué hacemos allí?, ¿cómo podemos salir? ... –Cuando la
cabeza del dragón baja para llevarse a algunos de nosotros entre sus fauces veo
que el agujero tiene las dimensiones ajustadas a esa cabeza y que no se trata
de un dragón auténtico, sino de un ingenio mecánico accionado por medio de
algún control remoto. Observo además que por encima del agujero, incluso de dentro
de la cabeza del monstruo mecánico, surgen de vez en cuando ráfagas de voces de gente, claro que estas son muy diferentes a
las producidas por los de aquí abajo.
Son voces divertidas, conversaciones
alocadas entre alegres risas estridentes que se entremezclan con ruidos de brindis,
chin-chin y pisadas danzarinas que me recuerdan el ambiente festivo del que
huía al principio del sueño: ahí arriba, sea quien sea, pienso, se lo está pasando en grande y a nuestra
costa... Parece que no hay ventanas, puertas, rincones o huecos, asideros
en las paredes ni ninguna posible escapatoria dentro del lugar donde nos
encontramos: el final del agujero donde nos apiñamos es sólo una explanada
desnuda donde se sacia fácilmente el hambre de esa boca monstruosa. Y cunde naturalmente entre nuestras filas el pánico ante el temido
final, lo que conduce a que unos utilicen a otros como pantallas o escudos, en un
triste intento vano de evitarlo, de postergar la agonía un poco más… Yo paso de extremismos sin embargo: pienso
que si no hay salida es mejor resignarse
y aprovechar los últimos instantes pensando; que si
hay que morir ahí, al menos lo haré a mi estilo, sin tremendismos ni gestos solemnes, mirando de frente al enviado
de la muerte…
Caigo al suelo cuando otros caen sobre mí empujados por un grupo en estampida y
así, cuerpo invisible debajo de otros cuerpos, me libro sin pretenderlo de varios
ataques. En algún momento que no
visualizo en detalle aprovecho esa situación para agarrarme por fuera a la
mandíbula del monstruo, que es como la pala de un tractor, y así salgo del
agujero y del sueño. Y comprendo que ese
monstruo terrorífico era también el único medio para salir de allí.
sábado, 28 de julio de 2018
jueves, 26 de julio de 2018
lunes, 16 de julio de 2018
Aduana: End of Dream
¿Habéis
tenido alguna vez uno de esos sueños
en los que vais encontrando toda clase de cosas curiosas y maravillas igual que
tesoros?... Este es uno de esos:
Yo
iba caminando por ahí distraídamente… y lo primero que me sacó de mi
distracción fue algo pequeño y brillante que resultó ser una moneda. Aunque no
era una moneda corriente, pues enseguida descubrí con estupefacción, al ponerla
sobre la palma de mi mano, que la imagen
que estaba allí acuñada era la de mi perfil, nada menos. Y no era la única…
Siguiendo el rastro, un poco más allá encontré un cielo de más allá, como el que pudiera verse en la superficie de
un planeta gaseoso como Júpiter, entrevisto en un charco que para nada
correspondía al paisaje de alrededor. Y en el borde reposaba una jarra de lluvia con una etiqueta del
¡Diluvio Universal!… Así que enrollé
el charco, como si fuera un pliego de papel, para calzármelo en el bolsillo trasero del
pantalón, y cogí con incrédula ilusión esa jarra... Pero también divisé desde allí
una plantación de libros que salían
de la tierra como árboles o plantas, que por dentro estaban en blanco o cuyas
páginas aún no podían despegarse: libros-madre
que estaban enraizados a la Tierra y de cuyas ramas pendían más frutos-libritos,
algunos sí llenos de palabras, que parecía que estaban floreciendo, madurando o
pudriéndose... Sin embargo apenas acaricié algunos al pasar, y de los otros sólo
recolecté un manojo de capullos ilegibles esparcidos por el suelo, no tenía
tiempo de pararme a leer porque había otras cosas en esa plantación que
llamaban mi atención, como un brote de
olivo que flotaba en su mismo centro, a la altura de mi cabeza, en el aire, sin moverse del lugar, suspendido como
un colibrí pero sin aletear, que en ese fulgurante momento representaba para mí
algo así como el no va más de la suma imposible
de todos los lingotes de oro del mundo… ¿La “Paz Universal”?, ¿acaso una
señal de “llegada a un Nuevo Mundo”?... ¡qué sé yo!; lo que sí puedo asegurar es
que al cruzarme con él me dí cuenta de que también quería llevarlo conmigo,
pero ¿cómo?, ¿dónde?... Ya tenía los bolsillos llenos, y una mano ocupada en no
derramar el agua de la supuesta jarra milenaria…
Como
por arte de magia, a este pensamiento le siguió el descubrimiento de una especie de bolsa o cinta corrediza que
parecía no tener fondo, donde era posible que pudiera transportar cualquier
cosa de interés que me fuera saliendo al paso… O eso es lo que yo pretendía. Al
menos, pude trasladar allí sin problemas todo lo que ya llevaba encima. Y a
continuación también introduje en ella un
conjunto de piedras irregulares transparentes como cristales que, colocadas
de cierta manera, producían al contacto con el movimiento, el sonido de una
mezcla entre órgano y xilofón. Un billete de avión para revivir el 11-S desde
todos los puntos de vista, en plan game,
¡menuda idea!...; unos guantes horrorosos
pero irresistibles de carne y hueso, como unas manos cortadas; y una
“varita mágico-poética”. Además de una
edición de lujo primorosamente empaquetada de todas las películas realizadas, dobladas
y sin doblar, de Yasuhiro Ozu, etc.
El tesoro acumulado aumentaba vertiginosamente,
a la vez que incrementaba mi impaciencia ansiosa; ya que, de hecho, este
encontrar-acumular parecía no tener fin... Me hallaba de golpe dentro de un cuadro que representaba a la Noche
vestida con un traje de gala del Día, en fin, la prudente lucidez con sus
prevenciones típicas.
Fue precisamente la sospecha de hallarme
dentro de la ilusión propia de un sueño compensatorio lo que decisivamente hizo
derivar este afortunado paseo onírico en lo contrario, creo, para conducirme sin aviso al borde del
precipicio de una pesadilla: Porque sabía
que mi credibilidad dependía de poder compartirla con otros, estaba deseando
enseñar mi tesoro... ¡Y es aquí donde me desperté por primera vez, dentro del
sueño!. La segunda ocurrió inmediatamente después, cuando tuve que abrir mi
bolsa-cinta corrediza en la aduana, y descubrí que esta era
ya una simple maleta, y las alarmas del detector de seguridad giraban
estrepitosamente atrayendo a mi alrededor a un buen número de policías que,
según ellos, representaban a “toda la sociedad”.
Pero ¿a qué venía eso?, ¿qué es lo que
había hecho?, ¿qué tenían que ver conmigo esas miradas sin ojos al final de esos
dedos acusadores llenos de escrutadora desconfianza sin reservas?...: Y lo peor de todo, ¿por
qué, del interior de mi maleta, esa caja deslavazada como una bolsa de basura que
hasta hace nada era un contenedor mágico, salía ahora, siguiendo el compás de una
melodía irascible hecha de ruido blanco, silencios y vacío, como en una escena
de esas de David Lynch, una serpiente
carbonizada ardiendo, que escupía globos con las caras dibujadas de esos
polis, entre borradores impresos de esbozos
de sonrisa y montones de detritus, cenizas y pedazos de fruta exótica masticada,
con todo el aroma de las cosas más indefinibles?...
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