sábado, 28 de julio de 2018
jueves, 26 de julio de 2018
lunes, 16 de julio de 2018
Aduana: End of Dream
¿Habéis
tenido alguna vez uno de esos sueños
en los que vais encontrando toda clase de cosas curiosas y maravillas igual que
tesoros?... Este es uno de esos:
Yo
iba caminando por ahí distraídamente… y lo primero que me sacó de mi
distracción fue algo pequeño y brillante que resultó ser una moneda. Aunque no
era una moneda corriente, pues enseguida descubrí con estupefacción, al ponerla
sobre la palma de mi mano, que la imagen
que estaba allí acuñada era la de mi perfil, nada menos. Y no era la única…
Siguiendo el rastro, un poco más allá encontré un cielo de más allá, como el que pudiera verse en la superficie de
un planeta gaseoso como Júpiter, entrevisto en un charco que para nada
correspondía al paisaje de alrededor. Y en el borde reposaba una jarra de lluvia con una etiqueta del
¡Diluvio Universal!… Así que enrollé
el charco, como si fuera un pliego de papel, para calzármelo en el bolsillo trasero del
pantalón, y cogí con incrédula ilusión esa jarra... Pero también divisé desde allí
una plantación de libros que salían
de la tierra como árboles o plantas, que por dentro estaban en blanco o cuyas
páginas aún no podían despegarse: libros-madre
que estaban enraizados a la Tierra y de cuyas ramas pendían más frutos-libritos,
algunos sí llenos de palabras, que parecía que estaban floreciendo, madurando o
pudriéndose... Sin embargo apenas acaricié algunos al pasar, y de los otros sólo
recolecté un manojo de capullos ilegibles esparcidos por el suelo, no tenía
tiempo de pararme a leer porque había otras cosas en esa plantación que
llamaban mi atención, como un brote de
olivo que flotaba en su mismo centro, a la altura de mi cabeza, en el aire, sin moverse del lugar, suspendido como
un colibrí pero sin aletear, que en ese fulgurante momento representaba para mí
algo así como el no va más de la suma imposible
de todos los lingotes de oro del mundo… ¿La “Paz Universal”?, ¿acaso una
señal de “llegada a un Nuevo Mundo”?... ¡qué sé yo!; lo que sí puedo asegurar es
que al cruzarme con él me dí cuenta de que también quería llevarlo conmigo,
pero ¿cómo?, ¿dónde?... Ya tenía los bolsillos llenos, y una mano ocupada en no
derramar el agua de la supuesta jarra milenaria…
Como
por arte de magia, a este pensamiento le siguió el descubrimiento de una especie de bolsa o cinta corrediza que
parecía no tener fondo, donde era posible que pudiera transportar cualquier
cosa de interés que me fuera saliendo al paso… O eso es lo que yo pretendía. Al
menos, pude trasladar allí sin problemas todo lo que ya llevaba encima. Y a
continuación también introduje en ella un
conjunto de piedras irregulares transparentes como cristales que, colocadas
de cierta manera, producían al contacto con el movimiento, el sonido de una
mezcla entre órgano y xilofón. Un billete de avión para revivir el 11-S desde
todos los puntos de vista, en plan game,
¡menuda idea!...; unos guantes horrorosos
pero irresistibles de carne y hueso, como unas manos cortadas; y una
“varita mágico-poética”. Además de una
edición de lujo primorosamente empaquetada de todas las películas realizadas, dobladas
y sin doblar, de Yasuhiro Ozu, etc.
El tesoro acumulado aumentaba vertiginosamente,
a la vez que incrementaba mi impaciencia ansiosa; ya que, de hecho, este
encontrar-acumular parecía no tener fin... Me hallaba de golpe dentro de un cuadro que representaba a la Noche
vestida con un traje de gala del Día, en fin, la prudente lucidez con sus
prevenciones típicas.
Fue precisamente la sospecha de hallarme
dentro de la ilusión propia de un sueño compensatorio lo que decisivamente hizo
derivar este afortunado paseo onírico en lo contrario, creo, para conducirme sin aviso al borde del
precipicio de una pesadilla: Porque sabía
que mi credibilidad dependía de poder compartirla con otros, estaba deseando
enseñar mi tesoro... ¡Y es aquí donde me desperté por primera vez, dentro del
sueño!. La segunda ocurrió inmediatamente después, cuando tuve que abrir mi
bolsa-cinta corrediza en la aduana, y descubrí que esta era
ya una simple maleta, y las alarmas del detector de seguridad giraban
estrepitosamente atrayendo a mi alrededor a un buen número de policías que,
según ellos, representaban a “toda la sociedad”.
Pero ¿a qué venía eso?, ¿qué es lo que
había hecho?, ¿qué tenían que ver conmigo esas miradas sin ojos al final de esos
dedos acusadores llenos de escrutadora desconfianza sin reservas?...: Y lo peor de todo, ¿por
qué, del interior de mi maleta, esa caja deslavazada como una bolsa de basura que
hasta hace nada era un contenedor mágico, salía ahora, siguiendo el compás de una
melodía irascible hecha de ruido blanco, silencios y vacío, como en una escena
de esas de David Lynch, una serpiente
carbonizada ardiendo, que escupía globos con las caras dibujadas de esos
polis, entre borradores impresos de esbozos
de sonrisa y montones de detritus, cenizas y pedazos de fruta exótica masticada,
con todo el aroma de las cosas más indefinibles?...
miércoles, 4 de julio de 2018
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