viernes, 6 de mayo de 2016

Mirror effect


¿Hay posibilidad de un arte, o siquiera de una actividad humana con verdadera conciencia, que no refleje -como en un espejo- lo que somos?... ¿Tanto nos gusta a la gente recrearnos en nuestro propio reflejo, especialmente cuando el reflejo nos ofrece algo muy distinto de lo esperado, ya sea para evadirnos, elevar nuestra conciencia de ser o para lo contario, que no concebimos ningún tipo de acción, o de expresión al respecto que no incluya sentimientos e ideas relacionadas con el espejo y la producción de reflejos?...
 Suele ser divertido, en efecto, causa de espanto o asombro, contrastar el reflejo de nuestra apariencia con lo que realmente somos o imaginamos ser. Sí que nos gusta que el arte se ofrezca a modo de espectáculo para concitar nuestro autorreconocimiento, ya sea en forma de aprobación o de rechazo; no importa demasiado lo fiel o respetuosa que sea la imagen de nosotros que refleje. Pero ¿por qué?...¿por qué este juego especular, y especulativo, nos gusta tanto que hasta nos encandila?, ¿por qué llegamos a ver nuestro reflejo en cualquier parte, incluso en fenómenos, objetos y superficies que de ninguna manera nos reflejan ni podrían reflejarnos, aunque quisieran, como un aerolito o una sima bajo el mar donde nunca entró la luz, y menos aún la fantasía humana, con todas las complicaciones de deseo, temores y codicia que conlleva?:
 Parece que si no concita uno de esos estados del autorreconocimiento, el espectáculo no nos satisface, y la expresión astística nos deja fríos, a solas con nuestra desbordante indiferencia.
¿Es por un afán de conocer, por querer contrastar lo que imaginamos ser con lo que aparentamos ser, o por un  impulso narcisista primario, igualmente inscrito en los genes?, ¿es una consecuencia general de nuestra naturaleza proyectiva, posesiva y dominadora,  o una ambición aprendida... -o tal vez por ambas cosas?...¿Y por qué exigimos además, en una vuelta de tuerca realmente increíble, que La Realidad se conforme a los reflejos de la misma que hemos sido capaces de capturar, o de inventar, en función de las apariencias de las apariencias que más nos importan?...
 Tienen tanto éxito por cierto los espejos esperpénticos que deforman la idea de nuestra singular naturaleza humana, que nos rodeamos de ellos por doquier: ¿o es que no se deforma nada porque no hay una naturaleza humana que deformar, una forma material objetiva de ella más allá de la idea que tenemos de ella?...
 El espectáculo, cuando mueve la risa, a la ira o el aplauso -según sea el modo, favorable o no,  en que el espejo nos refleja, se promociona al parecer por sí solo. 
 Pero, de verdad, ¿no hay otras experiencias de la realidad fuera del espectáculo, que planteen al menos un juego diferente al de esta demasiado humana Diana Ombligocéntrica?; ¿no hay más allá o más acá que nos salve de este pesado antropocentrismo cíclico que acaba -queramos o no- esclavizándonos a todos psicológicamente?...; ¿el Universo no es tan vasto como sospechamos o es que no podemos salir de nosotros mismos?..., ¿podemos aspirar a una Plenitud Alternativa, o estamos destinados a aburrirnos los unos a los otros eternamente?... ¿puede la conciencia artística de este juego especular cambiar las reglas del juego mismo?...
 ¿No hay, en todo caso, Espejos Inesperados que puedan transportarnos al otro lado del Espejo?




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