lunes, 29 de mayo de 2017

Mi hijo 212




Gracias a a su desbordante vitalidad, todavía a sus 96 años de edad mi mujer no sólo me soporta a mí en su casa, sino que ha podido alumbrar, en medio de la indiferencia general y el sarcasmo desesperado de los científicos más escépticos,  a nuestro retoño doscientos doceavo,  que es en estos momentos su predilecto, y también el mío: un bebé inaguantable con el cuerpo esculpido desde su mismo nacimiento como el de un culturista de élite, contra el que nada puede hacerse cuando se enfada, salvo llevarlo al gimnasio (lo que en cierto modo me llena de orgullo)...  Y también se enfada a menudo porque el gimnasio al que lo llevamos parece demasiado limitado en cuanto a aparatos respecto de sus más que flexibles ambiciones,  además de que prefiere ingerir allí, mientras practica, enormes tazones de leche en polvo supervitaminada, antes de querer volver a casa a tomar directamente del tradicional maná previsto por la naturaleza en forma de ubre (lo que por otro lado agradezco): como si él supiera de manera innata, sin pensamiento articulado ni palabras aún, que sus músculos de atleta precoz crecerán como piedras hasta formar montañas sólo a base de ejercicio, de luchar por mantener el dolor propio a la distancia conveniente para poder controlarlo, para poder convertirlo en paquetes de energía manejables (lo cual me llena de asombro)... Quiero considerar  que no es de milagro ni de engendro monstruoso de lo que hay que hablar a partir de aquí, a propósito  de este alumbramiento extraordinario, tan curioso, sino de la tendencia  de la materia vital a transformarse, sólo por el instinto de conservación y el juego creativo de la supervivencia,  en espíritu,  ideas, sueños imposibles, hasta espectáculo y circunferencia de plenitud perfecta,  ya que sus músculos se transfiguran en “algo más”,  en efecto, y en verdad parecen más imponentes bajo el brillo de esas inocentes lágrimas... ¿No os enternece? ¡Pues no nos déis la enhorabuena a nosotros, los carísimos padres! ¡Se nos parece tan poco!...:  ¡Invitada estás, querida Humanidad, a admirar (o envidiar, según la calidad moral de cada cual) cómo  refulge espontáneamente en nuestro bebé maravilloso,  de manera integral,  todo lo mejor de nuestra existencia, sin absolutamente nada de lo malo, atesorado por nosotros con tanta astucia, paciencia y celo a lo largo de tantos dispersos años!... ¿No sabíais que el amor verdadero es el gran desafío y el mayor de los provocadores?…  ¡Esta sí que es una sorpresa para envolver con lazos de regalo universal de color de rosa! !¡Mi hijo 212 ya está AQUÍ, a su tierna edad, preparado para EL MUNDO!... ¿Y vosotros? ¿Estáis preparados PARA ÉL?








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