«La Zona exige ser respetada. No
sé qué sucede aquí cuando no hay nadie, pero basta que entre alguien para que
todo se ponga en movimiento de inmediato»
Stalker,
A. Tarkovsky
Hace poco ví el documental Buscadores del Olvido, sobre
gente a la que le apasiona explorar lugares abandonados, en ruinas (un
movimiento internacional denominado urbex) , y que se convierten gracias a ello en una especie
de testigos espectrales y ángeles custodios de estos lugares, en los que parece
fracasar el tiempo, o al menos ciertas maneras humanas, socio-culturales,
empresariales, institucionales, de organizar el tiempo... Y me han dado muchas
ganas de pensarlo tranquilamente y escribir sobre ello...
Bueno, pues aquí va lo que se me ha ocurrido, ahora no puedo
extenderme más;seguiré dándole vueltas aunque mi intención no es hacer un
tratado sobre el tema, me conformo de momento con compartir estas pinceladas y
lanzar unas cuantas preguntas:
Lo primero en lo que pienso es en el valor de las ruinas, y en la
fascinación que ejercen, que yo siento como el que más. ¿En qué consiste
esa fascinación?...
Y luego pienso en la diferencia entre la sensación que produce verlas, atravesarlas a voluntad, con el
poder y la libertad de un turista o un esteta explorador, y la sensación de vivir en ellas, por
fuerza o necesidad, no sólo estar rodeado de ellas sino habitarlas hasta formar
parte de ellas... (como le ocurre a mucha gente, sin quererlo, en lugares de
conflictos armados, o en subdesarrollo, o en situaciones posteriores a una
catástrofe natural, en pueblos orográficamente inaccesibles, espacios rurales sin
recursos, etc. donde no llegan los esfuerzos
civilizatorios).
Lo segundo que me viene a la cabeza es una aclaración
previa: que conviene no identificar los lugares abandonados con las ruinas,
pues aunque todo lugar abandonado acaba
en ruinas, no toda ruina está abandonada. Al contrario, ¿quién no sabe que
hay ruinas que -bien por su valor científico, memorístico y patrimonial, bien
por su potencial comercial-turístico- reciben un trato mejor que algunas zonas perfectamente habitadas, incluso barrios enteros,
situados por lo normal en la periferia de nuestras ciudades modernas?...
Del mismo modo, hay lugares abandonados que en cierto
momento dejan de estar abandonados, y no se arruinan, hasta pueden recuperar su
esplendor original, inclusive superarlo...
Lo que diferencia por
tanto un lugar abandonado de unas ruinas no es sólo una cuestión temporal, histórica,
sino también una cuestión anímica (socio-cultural, psicológica).
En esta misma línea me parece factible afirmar que la
fascinación de las ruinas no tiene que ver directamente con la antigüedad de las
mismas y, para ser meticulosos, ni siquiera tiene que ver con el pasado: ¿es que un aeropuerto fantasma
recién construido en Corvera, una
urbanización perdida dentro de una burbuja especuladora, o un espejismo estilo Dubai o Chernobyl, no pueden estar al mismo nivel de esta clase de
fascinación que un torreón de la época medieval, o un montón de piedras
esparcidas por Numancia o Stonehenge?... ¿por qué no se va a tener
esa misma fascinación por un lugar que aún
no está en ruinas, pero sobre el que la ruina planea desde el principio
ostentosamente casi como un corolario indispensable?…
Sin embargo, a mí lo que me interesa es lo que tienen en
común las ruinas y los lugares abandonados -ese momento en que son
indistinguibles. Por ello cuando en adelante hable de unas me referiré
indistintamente a los otros, y viceversa.
Sobre la fascinación
de las ruinas…: creo que es una atracción
humana universal ligada a un sentimiento en el que se mezclan complementariamente
la pérdida y la plenitud- la pérdida de un mundo, por un lado, del que la
ruina es testigo, fragmento, índice; por el otro lado, la plenitud del otro
mundo, o de otros mundos aunque sólo sea en posibilidades, que emergen y se
evidencian con esa pérdida y la demostración de la Soberanía Del Tiempo Sobre Todas
Las Cosas. (Suele verse equivocadamente esta complementariedad como una
contradicción. Es por tanto convencional, fruto de una lógica limitada y no de
la naturaleza, que esta fascinación provoque miedo, y el correspondiente
rechazo).
La historia
psicológica de la percepción de las ruinas es siempre la misma: primero
causa asombro la caída de un mundo que se consideraba inamovible y necesario, y
cuyo vacío va cubriendo lenta e irreversiblemente la naturaleza…Segundo, nos
sorprende que alguna vez haya podido erigirse sobre la tierra un mundo
semejante. Un escalofrío de incertidumbre, alegría liberadora tal vez matizada
con una punta de terror, podría acompañar al arco entre ambos estados...
Encuentro un aspecto
lúdico-estético en esta fascinación, la satisfacción física que produce la
contemplación de las ruinas sin más, que tal vez incluso incita a la
reproducción por cualesquiera medios y la recreación posterior. Y un
aspecto simbólico íntimamente ligado al anterior, crítico, que consiste en
tomar la belleza de las ruinas como un espejo referencial del presente, en el que
casi no hay diferencia entre el individuo que en ellas se observa y la historia
que le atraviesa; sí, claro, un espejo roto, -en realidad un puzle reflectante-
del presente, en concreto del presente del esfuerzo civilizatorio… sobre el que
acaban emergiendo los derechos de la naturaleza…
Creo que esto se debe
en parte a que unas ruinas son una
invitación a completar el todo del que podrían forman parte, que exige un
poderoso ejercicio de imaginación y una apuesta de sentido, aparte de una ardua
búsqueda científica de datos y hechos correlacionados.
¿Cómo no van a cuestionar las ruinas la totalidad del
presente, y plantearle a este –quizás con irritación- distintos rumbos de
significado? ¡Las ruinas, como
anunciantes predilectas que son del paso del tiempo, lo cuestionan todo,
empezando por sí mismas!
(De aquí tal vez el
énfasis, con el fin de aplacar ese cuestionamiento, que algunos ponen en su
belleza estética, su venerabilidad formal o su valor como escueto ornamento paisajístico, etc.)
La visión espectacular del poder devastador del
tiempo, que entre ellas campa a sus anchas,
¿no tiene a la fuerza que desencajar, como consecuencia necesaria, la
idea progresiva, sin límite, lineal y acumulativa de cualquier historia humana,
de cualquier experiencia de valor conocida, así como acabar despertando el
sentimiento humano de limitación, y correlativamente el de pertenencia a algo
más grande que le sobrepasa?...
Al fin y al cabo, unas
buenas ruinas no sólo saben hablar de sí mismas, esto es, de vacío y decadencia,
de totalidad perdida e inutilidad fragmentaria, de abandono, de fracaso, de extinción
y de muerte…; también hablan de regeneración, de apertura a otros modos
históricos de existencia con otros rumbos de significado, también hablan del
poder afirmativo de La Naturaleza
y de La Vida. Del
Paso Del Tiempo, otra vez, y de Los Poderes Superiores Que Rigen El Tiempo, en
definitiva...
El Destino De Toda
Civilización, como el de toda vida, es disolverse para dar paso a la siguiente….con el fin de…
Una especie de vértigo
de afirmación vitalista sucedería a esa zozobra metafísica de funámbulo sobre el vacío,
preñada de peligros para la supervivencia y otras tentaciones abstractas, como
el horror vacui-.
Creo que la contemplación profunda de las ruinas puede
llevar al individuo que las explora, si está receptivo, más allá de ellas mismas y de su reflejo en
el interior de su propia conciencia,
hasta el mismo corazón creativo de la existencia del universo… Aunque igual divago, y allí no encuentre nada –a lo mejor ni siquiera
considera pertinente la postulación de un supuesto “corazón de la existencia”, y
menos aún “del universo” porque…si os parece absurdo que el tiempo, la
existencia, el universo, tenga “corazón”, tomaos la expresión -por favor- como
una simple licencia poética… -Tal vez todo
depende del empeño que se ponga en ello, de la capacidad creativa y de la
confianza en la interconexión con Lo Desconocido.
Yo veo claramente a
través de ellas un deseo de relativizar la civilización actual a partir de este
olvido que el tiempo va depositando sobre las civilizaciones anteriores. Cada
ruina es como el pedazo de un espejo que no puede recomponerse pero sobre el
cual se lee sin ningún género de duda, por poco que se acaricie su superficie, la
doble inscripción indisoluble "tempus
fugit", primero, seguida por la de "carpe diem"…
En mi opinión, cuando
el individuo llega a esta visión de puzle reflectante, en la que él y su
historia se disuelven en la indeterminación de la naturaleza, es como si se
transformara en puro tiempo. El tiempo no
tiene otra cosa que hacer que ser. Y al ser se le abre de modo natural la dimensión onírica donde,
como hasta un niño sabe, no hay distancia entre la realidad y los deseos…
Es el tiempo el que
crea y destruye… mientras que el misterio permanece… transformándose sólo en apariencia…
¿Sería exagerado añadir que para algunos la experiencia urbex,
en la medida en la que se extiende también a la fascinación por ciertas
personas y sus espacios interiores, tiene también un componente místico, trascendente
al menos? ...
Al permitirnos ver sobre ellas, o a través de ellas, que
pasará con nuestra vida lo mismo que les pasa a ellas, que se acabará también algún día… las ruinas nos invitan a revalorizarla,
a aprovechar el momento y disfrutarla al máximo...
El tiempo huye, sí,
crea y destruye, destruye y crea, así que hay que aprovecharlo mientras esté
con nosotros, a favor o en contra.
Para mí lo mejor de toda esta aventura por las ruinas no es la
confrontación con el pasado ni la crítica del presente, lo acabo de demostrar, sino
el acceso al corazón mismo del tiempo,
ese presente continuo inatrapable que no cesa ni siquiera cuando cerramos los
ojos, soñamos o morimos, en el que convergen lo que llamamos pasado y futuro, con todos los lugares del Universo, interiores
y exteriores, cercanos y remotos, familiares y desconocidos, pues están
interconectados realmente, por imposible que sea precisarlo desde nuestras
rudimentarias herramientas mentales de análisis…
Para mí lo mejor es
haber podido entrar en “la Zona”
y… bueno, al menos haberme acercado bastante a Ella.
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